martes, 15 de septiembre de 2009

TIJERETAZOS BIEN PENSADOS

El rayo que no cesa
El cielo oscuro de la noche sin luna de la pasada madrugada mostró un espectáculo al que eran totalmente ajenos los turistas que gritaban y bailaban al ritmo caprichoso impuesto por el dj de turno en la costa de ses Variades. Unos rayos lejanos iluminaban el horizonte. Accesibles visualmente desde mi balcón brillaban de un modo imponente e impregnaban de incandescencia el cielo a su paso, con una desgarradora belleza. Alguno de aquellos haces de luz parecían más la mano de un dios que busca tocar con urgencia el Mediterráneo antes de que se extinga. El mar en la bahía estaba calmdo, pero a lo lejos la tempestad mostraba su apogeo. Así, me vino a la memoria el poemario de Miguel Hernández titulado 'El rayo que no cesa'. Su contenido, eminentemente amoroso, nada tiene qué ver con la naturaleza desatada en la noche, pero sí con otro tipo de ligazones más terrenas. La imaginación azotaba a la sastresa en su relax nocturno. Y es verdad que hay un pensamiento que, obstinado, permanece presente cada noche, cada mañana, cada tarde...

¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?

¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?

Este rayo ni cesa ni se agota:
de mí mismo tomó su procedencia
y ejercita en mí mismo sus furores.

Esta obstinada piedra de mí brota
y sobre mí dirige la insistencia

Poema 2, de Miguel Hernández.

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