Aminatou Haidar y el doble pulso alauita
Marruecos una vez más deja clara cuál es su intención con el Sahara Occidental. Cara a la galería dice que reconocerá la autonomía de la zona, pero niega el acceso a su territorio a una súbdita --Aminatu Haidar-- que se reconoce como saharaui antes que marroquí. La expulsión hacia España de esta líder de opinión, que llegaba a Africa desde Nueva York tras recibir un premio en reconocimiento de su figura, no es más que otro pulso paralelo que Marruecos hace a sus vecinos europeos. En primer lugar, incumple de forma sistemática acuerdos suscritos bajo el auspicio de Naciones Unidas donde el país alauita tiene representación diplomática desde hace décadas. Ha sido imposible un acuerdo en el establecimiento del censo electoral de la población saharaui para realizar un referéndum sobre la independencia de este pueblo. Marruecos, que es una monarquía parlamentaria pero con escasa credibilidad démocrata, quiere que se cuente toda la población residente [en las últimas décadas ha realizado una repoblación de la zona con ciudadanos del Norte del país alauita. El gobierno de la República del Sahara Occidental en el exilio pide ese censo sólo con personas saharauis de origen y no sobre la población total.
En estas, la vida de Haidaar aparece como una moneda de cambio. A la vista de sus decisiones, al Gobierno de Mohamed VI no le importa nada el derecho a la vida de esta ciudadana que, tal y como reconoce la Declaración de los Derechos Fundamentales del Hombre --que Marruecos ha suscrito para entrar en la ONU, no lo olvidemos--, tiene derecho simplemente por ser persona a la autodeterminación. Marruecos, para no comprometerse pública e internacionalmente, tira la piedra al tejado de España. Y aquí está el segundo pulso. Las delicadas relaciones diplomáticas entre ambos países están en una cuerda floja en movimiento. Los intereses económicos y de seguridad en el Magreb atenazan a España y Marruecos lo explota.
En la sastrería nos preguntamos hasta cuándo los sucesivos gobiernos españoles van a aguantar --a tragar-- los desaires de un vecino arrogante y aprovechado que se salta a la torera las reglas del juego de la comunidad internacional, que toma el pelo a organismos como Naciones Unidas --en entredicho, como ya sucediera con su antecesora antes de la Segunda Guerra Mundial-- y que carece el mínimo respecto por la vida de sus propios conciudadanos. No es extraño que el Frente Polisario pueda volver a la indeseada palestra de la violencia tras treinta años de campamentos de refugiados en Argelia y desaires de los distintos monarcas. Antes Hassan II y ahora su hijo, Mohamed VI, al que no parece interesarle en absoluto el derecho a la vida de Haidar. Esperamos que su huelga de hambre, que hoy alcanzaba los 24 días de ayuno voluntario, no le conduzca a un desenlace fatal.
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